Las calendas son, y siempre han sido, para muchos oaxaqueños una fiesta, el tiempo de echar la casa por la ventana; el tiempo de abrirse a uno mismo y a nuestros semejantes; de disfrutar después de mucho tiempo de arduo trabajo; de dejar a un lado el hermetismo y romper la rutina; de mostrar al Santo Patrono lo importante que es en la comunidad; y hasta el tiempo de pedir algún favor a través de una manda. Risas, baile y alegría se viven en una calenda, pero sabes ¿cuál es su origen…?

La mitología de la palabra calenda, proviene del nombre “kal” que quiere decir resonar, del latín “calare” que significa convocar y del griego “kalein” cuya traducción es llamar.

De acuerdo al cronista Jorge Bueno Sánchez, dichas celebraciones son un preámbulo riguroso de las fiestas titulares de los Templos de la Ciudad y de las iglesias patronales de nuestros pueblos y trata de ser una convocatoria, una predicción viva y un motivo de regocijo popular.

La Calenda de origen europeo

Bueno Sánchez, detalla que el origen de la calenda está ligada a los misioneros dominicos del siglo XVI. “Oaxaca fue evangelizada por frailes dominicos, atentos a su misión apostólica aprovecharon las experiencias de la evangelización de Europa para solucionar el problema de la cristianización de un territorio densamente poblado por indígenas”, dice.

Indicó que los frailes formaron enormes esferas de carrizo, forradas de manta en donde se pintaban misterios religiosos relacionados con la fiesta que se celebraría al día siguiente. Estas esferas que el pueblo conocía por “marmotas” llevaban dentro velas encendidas para que, al caer la noche, simularan estrellas y vistosos globos.

Las marmotas, predicación viva de la doctrina, salían por la tarde del barrio, recorrían las calles de la Ciudad o del pueblo y a media noche se entregaban en la iglesia parroquial acompañadas por la muchedumbre del pueblo portando velas, faroles, flores y carrizos engalanados con banderitas de papel.

Los textos del Sánchez aseguran que a mediados del siglo XVIII (aprox. en 1741) el llamado señor Tomás Montaño y Aarón, para mayor esplendor, dispuso que abrieran la Procesión unos monigotes de estructura ligera y forrados de papel o manta, de enorme tamaño, dentro de los cuales estaba un hombre manipulándolos, representando a diversos tipos de razas, como un símbolo del imperio de Jesús sobre la humanidad.

La idea fue copiada y trasladada a ‘los paseos de las marmotas’ y de las carretas llenas de actores de vistosos trajes que desde entonces se vieron precedidos por los “gigantes”, nombre con que el pueblo designó a los monigotes.

Hoy en día, estos gigantes y las marmotas son hechas de estructura carrizo, se visten con ropa holgada, y la cabeza se elabora mayormente con papel mache. Su baile es vertiginoso en las vueltas, casi pierden la verticalidad y sus brazos siguen la inercia del movimiento, va siempre acompañado por los acordes de una banda de viento.

Dicha banda va lanzando sus retumbes y melódicos acordes bajo el cielo oaxaqueño. La banda de viento fue heredada de la tradición francesa y se dice que Oaxaca adoptó esta bella agrupación musical ya que existen alrededor de cinco mil bandas de aliento en el estado. La banda tocará durante toda la Calenda, llueva o truene, eso no importa, porque la música es otro aspecto fundamental en estas procesiones.

Las hermosas mujeres no podían faltar; las Chinas oaxaqueñas adornan la comitiva con sus canastas ornamentadas con bellas flores naturales sobre sus cabezas. Estas Chinas oaxaqueñas son invitadas por la “Madrina Principal”, que a su vez fue seleccionada por el mayordomo de la fiesta. La madrina invita a amigas para que se unan a la fiesta y su rol es el de bailar y embellecer el acto con sus hermosos arreglos florales cargados sobre sus testas. Estas canastas son pesadas y costosas; la fiesta requiere de ése derroche, de tiempo y dinero.

El fin de la Calenda es en la casa del mayordomo, lugar donde se ofrece una cena, acompañada de música, mucha cerveza y mezcal para todos los asistentes.

Esta es otra hermosa tradición arraigada en Oaxaca; una procesión que conlleva muchos aspectos organizados por devotos que, con gran fe, celebran a su pueblo, a su Santo, a sus amigos, familiares y hasta a sus enemigos que dejan de serlo después de un buen mezcal y una buena pieza para bailar.

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